sexta-feira, 14 de junho de 2013

¡Nos la han robado! (2)

La primera biografía de Madre Teresa de Jesús Romero y Balmaseda fue escrita por Madre Espíritu Santo Gil Díaz (1873-1962), Abadesa de las Concepcionistas de Hinojosa del Duque (Córdoba) durante 50 años, y que fue la que inició y desarrolló el proceso de canonización de Madre Teresa. En la página 483 de “La margarita escondida” (nombre de la biografía, citamos la cuarta edición de 1989), Madre Espíritu Santo narra de esta manera los sucesos del verano de 1936: “Pena, inmensa pena nos causa tener que finalizar, cubriendo con un negro crespón, la biografía de nuestra queridísima Madre. Pero ¡ay! la más profunda tristeza llenó de luto nuestros corazones…” Tras estallar la Guerra Civil, “aunque en medio de temores y zozobras, el Convento de la Hinojosa se conservó libre de terrible tempestad. Por eso conservábamos algunas esperanzas de que por aquí nunca se vieran los sucesos horrorosos que estaban ocurriendo en casi toda España. Tomamos, sin embargo, todas las precauciones necesarias para defender y salvar todo lo concerniente a la Comunidad. Por esta razón todo se retiró del Convento con mucha anticipación. Pero… de nuestra Madre querida, ¿qué habíamos de pensar? Solo acercarnos a su tumba para rogarle que nos alcanzara misericordia del Señor. Otra idea nos era imposible admitirla. Mas no faltaba quien con el mayor interés se preocupaba de ella y nos avisara del peligro que podía presentarse.

El Muy Ilustre Señor don Constantino Montilla López del Moral, promotor y fiscal de su Proceso, nos avisó que, para evitar una profanación, si por desgracia llegara a presentarse el caso, se podía trasladar el cuerpo de nuestra Madre a otro lugar que estuviera secreto. El amor a nuestra Madre querida no podía ni siquiera admitir esta idea. Consultamos con otras personas y nos decían que esa fuerte ola no alcanzaría con furia a Hinojosa. Pero… qué ciegas estábamos y estaban todos… El 12 de julio de 1936, con la muerte de Calvo Sotelo, ya aparecía en el pueblo la atmósfera más cargada, y ya los rumores eran pésimos… -¡Qué vienen!... ¡Qué vienen!... ¡Qué vienen!... -Pero, ¿quién viene?, preguntábamos. No hay que intranquilizarse, nos decían otras personas; para que eso llegue a Hinojosa, tiene que haber mucho en otras partes. Un anciano, Francisco Muñoz Romero, hortelano de nuestra hermosa huerta, era quien solamente se preocupaba por la Comunidad y nos decía con el mayor interés: -La cosa está mu negra, la cosa viene mu mala; lo dice don Gabriel que entiende mucho; jagan ustés una puertecilla oculta pa salir cuando llegue el caso; porque si no… o las matan aquí dentro o tienen que salir por los tejaos. -¡Qué vienen!... ¡Qué vienen!... -Pero, ¿quién viene?, le decíamos. -¿Quién ha de venir?, los demonios de los mineros del Terrible. -No podemos hacer puerta sin licencia del señor Obispo, porque estamos bajo obediencia. -¿Qué obediencia?, ahora no hay obediencia. -Pues, no podemos, le contestábamos. -Po, se verán ustés perdías. El buen hombre, sin decir nada, abrió un boquete en la pared del patio de la casa del Convento y lo tapó con leña. A partir de ese día, ya eran todo temores y zozobras; preparamos vestidos de seglares, pero sin tomar ninguna determinación. El 27 de julio, a las diez de la mañana, Hinojosa parecía el infierno. Gritos… tiros… petardos… camiones… Un ejército infernal… con fusiles… bieldos… horcas… palas… hachas… leñas… cordeles… sogas… y otros inventos satánicos; recogiendo todos los hombres por delante, se emprendió una lucha terrible. La Iglesia y el Convento estaban rodeados de aquellas fieras, que arrojaban piedras, petardos y tiros, gritando furiosos: -¡Al Convento! ¡A las Monjas! -¡Al Convento, no!... –gritó una voz-; a la vuelta las recogeremos. En medio de estas angustias, corrimos al Sagrario, para sacar el Sagrado Copón que contenía unas trescientas Sagradas Formas. Acompañadas de nuestro amantísimo Esposo nos acercamos a la puerta del Convento, pero sin determinarnos a salir hasta que aquellas terribles fieras empezaron a dar hachazos en la puerta del compás y a levantar con palancas la puerta del locutorio que daba a la calle. Entonces, con la más honda pena, abrimos a la puerta y, con el Sagrado Copón en la mano, salimos a la casa del Convento, vestidas con el hábito. Mientras el buen don Francisco nos decía: -Por aquí, por aquí -conduciéndonos al patio donde tenía preparado el agujero. Por allí empezamos a salir con trabajo, porque era más bien pequeño. Con el Sagrado Copón en la mano, y con una religiosa paralítica, que costó indecible poder pasarla. -¡Ay! –decía el buen Francisco- bien decía yo que la cosa no estaba ya ni pa Obispo ni pa obediencia, sino pa juí ca uno pa ande pudiese! Salimos por el agujero al patio de una señora y de allí al campo por una puerta falsa que tenía aquella casa. El buen Francisco, nos condujo a unas tapias que había por allí; con indecible trabajo las saltamos y caímos en un pajar. A fuerza de ruegos nos admitieron; aunque no querían, porque decían que los comprometíamos. Allí nos despojamos de nuestro santo hábito, y vestidas de seglares aunque muy comprometidas, pasamos a una casa contigua, que no estaban allí los dueños; y entrando en una habitación, consumimos las Sagradas Formas… ¡Ay, Jesús del alma! ¡Qué momentos tan emocionantes aquellos!... ¡Terribles amarguras! ¡Bendito seas!... Una tropa de forajidos llegó al Convento, y al no encontrarnos allí, buscaron al buen Francisco, preguntándole con grande rabia por las ¡¡monjas!! -¿Y qué me icíis a mí? ¡Yo no estaba con ellas! Habrán juío como haigan podío. Tos queremo salvar la pellica, a ande quiera que sea se habrán metío; y no me preguntéi má que no lo sé. Y el buen hortelano se quedó diciendo: -No tenéi vosotros la curpa, sino lo que han dío po vosotros. Es cierto que Hinojosa obró en perjuicio propio porque los obreros de Hinojosa fueron por los mineros del Terrible para armar la revolución. ¡Y qué horrible la formaron! Nosotras salimos de aquella casa repartiéndonos entre las familias y personas conocidas. Había un pánico horroroso…

En el año 2010, con motivo del centenario de su muerte se inauguró en el museo Etnográfico de Hinojosa del Duque (Córdoba) una exposición sobre su figura.

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